El conjuro de la bruja
por F. Roberto Gordaliza Aparicio
Historias y leyendas palentinas (págs. 209 a 212)
Ed. Cálamo (2001)
 
    Es costumbre en los pueblos hacer procesiones y oraciones para pedir agua. Un día apareció en una bodega un manuscrito enrollado con un forro de cuero y escondido en un mechinal, escrito hace siglos, que contenía prácticas de brujería. Por aquellas fechas a pesar de la rogativas realizadas no había llovido y se preguntaron si la culpa no la tendría alguna bruja escondida en una bodega. Decidieron poner en práctica lo que sugería el texto encontrado. Tenían que encender una hoguera una noche de luna llena y la tenían que saltar siete veces siete doncellas vírgenes mientras recitaban otras tantas veces el conjuro:
Bruja de lata, ¡qué mala pata!
Bruja de paja, sube al cerezo,
rueda en la rama, bruja sin pelo.
Saca la escoba, prende la hoguera,
cara de gato, bruja de esparto.
Diente de araña, cola de sapo,
noche de noche, sangre de hiena
busca a la bruja, vuela que vuela.
Miente la piedra, llora la luna,
canta el diablo, ¡bruja, so bruja!
Yo te conjuro, sal de cueva,
bruja de lata, ¡deja que llueva!
    La hoguera debía ser apagada con siete chorros de vino agrio. Pasados siete días, el agua sería abundante.

    Sin embargo, no llovió. Repasaron lo que habían hecho por si algo fallaba, comprobando que todo era correcto salvo si las doncellas eran todas vírgenes. Les quedó esa duda.