Mediado el siglo XVI era señor de la villa don Juan Delgadillo de Avellaneda, casado con doña Catalina Niño de Portugal, que tenían fijada su residencia habitual en el mismo pueblo. En él, esta familia poseía un palacio-fortaleza cuya construcción data de finales del siglo XV, con alguna intervención mediada la siguiente centuria, sobre todo en el patio donde aún se conservan algunas columnas con capitel muy tosco sustentando zapatas de madera.
A lo largo del siglo XVI se llevó a cabo la construcción del templo, habiéndose documentado la mayor parte de los arquitectos y oficiales que intervinieron. Tenemos noticias de la existencia de un edificio en 1.536 en el que se realizaban diversas obras. Mediado el siglo continúa haciéndose patente la intervención de canteros efectuando trabajos de pequeña entidad por las cantidades recibidas. En 1556 trabajaban en la Iglesia los canteros Rodrigo de la Pasadilla, García de Selaya, Rodrigo de Ruesga y Francisco de las Mazas, habiendo intervenido en los años inmediatamente anteriores el maestro de cantería Juan del Hoyo. En 1563 la Iglesia debía estar en deficientes condiciones y su cura y mayordomos entendieron que debía remediarse. Sin embargo, el visitador llegó a la conclusión que la obra a realizar era lo suficientemente importante como para tomar una decisión apresurada. El obispo mandó en 1564 a una persona a que dictaminara sobre el estado de la parroquia y en 1567 un veedor de obras, de apellido Vallejo, informó sobre la fábrica.
Probablemente no hubiese sido necesario la edificación de un nuevo templo -en los mandamientos del visitador se hace hincapié en que se reteje o se hagan algunas reparaciones sin hacer referencia a un presumible estado de ruina que así lo requiriese- pero en el ánimo de los responsables de la iglesia estaba esta idea decidida desde tiempo atrás, que el visitador conocía al menos desde 1562.
Por fin después de casi una década de intentos se consiguió licencia del Obispado para comenzar una construcción de nueva planta, encargándose de ello Juan de la Maza teniendo por fiador a Pedro de la Torre Bueras. La obra debía terminarse en un plazo de ocho años por un importe de 800 ducados, además de 35.500 maravedís anuales, habiéndose comenzado hacia 1572, pues al año siguiente Juan de la Maza ya cobró los maravedís concertados, permaneciendo aún sin concluirse en 1602, declarando en esa fecha el visitador que estaban las capillas y paredes sin hacer.
El prolongado período de tiempo que duró la construcción del templo (aún se trabajaba en 1611) hay que entenderlo por el cambio de responsable que se produjo al frente de la obra. Tal como hemos visto Juan de la Maza, quien probablemente fuera el autor de las trazas y condiciones, tan sólo estuvo al frente de la fábrica en los primeros momentos dejando la dirección en manos del que había sido su fiador, Pedro de la Torre Bueras. Desconocemos si hubo algún acuerdo entre ambos o simplemente éste último se vio obligado a hacerse cargo de la fábrica como fiador que era al abandonarla su compañero. Sea como fuere lo cierto es que Pedro de la Torre, afincado en Burgos, se desentendió del trabajo limitándose a mandar a sus aparejadores y oficiales y a recibir los pagos, en muchos casos cobrados por sus colaboradores.
A partir de los datos apuntados podemos concluir que la actual parroquia de Nuestra Señora de la Asunción se levantó a lo largo del último cuarto del siglo XVI, cubriéndose en los primeros años de la centuria siguiente.
Si bien Juan de la Maza fue el autor de las trazas, la duración del trabajo obligaría a buen seguro a hacer cambios en el primitivo proyecto. Así la capilla mayor, por lo que a su interior se refiere, -trompas aveneradas y bóveda de horno en el ábside- recuerda en buena medida a la capilla del Monasterio de la Vid (Burgos), la cual se terminó hacia 1572, resaltando aquí que Pedro de la Torre era burgalés de residencia, pudiéndose haber inspirado en este edificio, siendo por lo tanto el autor de la cabecera del templo.