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con las piedras preciosas engastadas en metales muy nobles, que acabadas alcanzan un valor que maravilla. |
envuelto en oro o plata; como amadas joyas por los amantes entregadas, Castrillo es un regalo de Castilla. |
que le rodean por doquier, le abrazan con su líquido tul, y entre los trinos adornan su valor y le solazan. El oro y el añil lo dan sus vinos, y sus mieses le cierran y atenazan. |
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siempre esforzado, sin salir a flote ni alcanzar la llanura. Cual Quijote orgulloso, lejano, alegre, culto. |
hablaran de mi pueblo, de su dote, incluso de su nombre y de su mote, pero todo es fracaso, nada, insulto. |
con sus hilos de plata un riachuelo casi seco en verano. Y en la altura, arrampando la cuesta, vista al cielo, el verdor, el azul y la blancura de pinos, firmamento, luz y suelo. |
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de tertulias en la plaza, de reunión de ganados, cántaros, mozos, zagalas, arrieros y lavanderas, mayores y chiquillada; hervidero de noticias y contactos junto al agua |
la Segadora gallarda, oídos sordos de piedra do rebotan las palabras, ¡Cuánto sabes de cansancios, de sedes de enamoradas, de otros pueblos y otras gentes que a refrescarse en ti paran y llevan en sus botijos una parte tuya a casa, un recuerdo de tu imagen, un regalo en su garganta! |
que por cuatro heridas sangra a borbotones, en chorros retorcidos o en cascada |
has servido de sonaja o canción de cuna alegre a los niños en la cama! ¡Cuántas has acompañado y ocultado en tu arrullada melodía, las pendencias o las penas de la amada! |
cuando el sol más apretaba, en el frescor del pilillo los pájaros se bañaban, y chavales con los palos a remojarse jugaban dando palos al pilón o echándose el agua a palmadas! |
¡Qué presencia de la infancia! ¡Qué visiones placenteras y qué sensación tan grata! |
la comodidad, las máquinas, y ya no se oye el murmullo que antes siempre se escuchaba. |
están secos, ya no manan, ya no refrescan ni alegran las mañas con su plata. |
incluida hasta la estatua que deja su pedestal y a llorar sola se guarda. |
sólo queda una cascada que en las fiestas nos recuerda algo de antaño: aquel agua. |
en la primavera diáfana ha hecho volver a la diosa a su posición. |
las nuevas generaciones no se acordarán de nada; pero los que lo hemos visto no lo olvidamos: ¡PALABRA! |
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Fuente Hontoria, fuente Hontoria,
agua cristalina y clara, la tierra que ahora tu riegas te sacó de sus entrañas. |
Naces en el sotovalle,
estallas, como con rabia, en apretados torrentes y retorcidas cascadas. |
Las dos 'coletas' nerviosas
que por tus dos caños manan se suavizan y, tranquilas, recorren la pila larga; y al final del recorrido, cuando el pilón ya se acaba, vuelve a ponerse mohína y hacia la caída avanza. |
Como chiquillos con prisa
o cual reses a la cuadra, así se agolpa y se aprieta al salir del 'prisma' el agua. |
Vuelve a sonar la canción
monótona, acompasado, que se escuchó más atrás al salir por la cañada; pero ha cambiado de tono, suena más apaciguada, puede que el sentirse libre la haya hecho menos cuitada. |
Ya juega con los colores
enredándose en el aura, ya rompe en siete pedazos la monótona luz blanca del sol, que al nacer el día a refrescar la garganta ha bajado hasta la fuente y de la fuente no marcha. |
Más tarde acuden los pájaros,
las perdices y alimañas; y el pastor con su rebaño también por el sitio pasa. En las tardes del verano, cuando más el sol abrasa, llega a su lado, y se sienta algún turista o de casa. |
Y el agua parece el mismo,
y la frescura y la calma, y la claridad sonora de sus colores de plata ... |
Y es que cambia tan despacio,
se mueve tan recatada, que se va como sin irse, de puntillas, cabizbaja. |
La chopera en derredor
con su sombra la acompaña e invita a tomar asiento al caminante que para. |
La tarde juega, melosa,
entre su pelo enredada, y el sol se pierde y oculta entre las piedras la cara ... |
La noche avanza serena,
la oscuridad todo acalla. Y en el medio del silencio, como alegre serenata, se escucha claro el rumor del chapoteo del agua. |
Las estrellas, envidiosas,
se asoman también, y apagan su sed en la fuente. El aire celoso pasa la palma y la roza con sus dedos invisibles, mas el agua se estremece, se avergüenza y suaves ondas levanta. |
La luna acude asimismo
a la cita programada, y allí ocupa su lugar luciendo la mejor gala. Todos, en fin, quieren verte, todos te ti tienen ansia: hombres, tierras animales, astros, sol, luna y el aura. |
¡la fuente más visitada! |
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Las almenas raídas lo rodean
blanqueando de piedra sus caderas, bordeando del monte las laderas y asustando a las gentes que pasean. |
Las piedras inclinadas de su foso
presagian otros tiempos de esplendores, parapeto elevado y corredores prestos son al asalto y al acoso. |
Tapiales medio en ruinas, desgastados
por el peso del tiempo justiciero, por los vientos, la nieve, el aguacero, que implacables azotan todos lados. |
El mortero erosivo ha ido dejando
al descubierto los muñones secos de maderas añosas. En los huecos, palomas y otras aves van criando. |
La torre mayestático se empina
de puntillas. Se mira, sobre el valle, en el río gentil que, con su talle plateado, da vuelta a la colina. |
La puerta con ojiva y las ventanas,
enmarcadas en piedra primorosa, nos anuncian tarea trabajosa de canteros: sudores y jaranas. |
Las estancias y salas en las plantas
indican acomodo y abolengo. Y, si me fijo más, tal vez convengo que hubo personas buenas, cosas santas. |
El patio de columnas festonado,
con el pozo en el centro, se ha dormido en la quietud del tiempo envejecido, y un ósculo vital siempre ha esperado. |
Todo el palacio, en fin, forma un conjunto
medio en ruinas ayer, antes orgullo de cuantos le admiraban. Hoy murmullo de voces inconcretas, de "otro asunto" |
Quisiera recordarte con cariño
cuando alegre jugaba entre la piedra, y lanzándome abajo, por la tierra, rodaba dando vueltas, siendo un niño. |
la historia del Palacio Delgadillo, grandeza en el pasado de Castrillo y añoranza entre escombros derruido. |
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ahondarse en las entrañas de uno mismo y descubrir vacío, el gran abismo; oscuridad, silencio, nada, dentro. Angustia, al arriesgarse en el encuentro,
¿Es eso revivir la noche oscura?
¡Rompe, por fin, Jesús, resucitando,
Máximo Diez Bartolomé
Palencia, Semana Santa, 2002. |
(Soneto) |
que se elevan en loa gregoriana, naces, con rigidez casi espartana, ahogando de las rocas los quebrantos. Te atisba en levedad, entre los mantos
Te despides, ya mozo y cangrejero,
Mas has querido, Esgueva, darte entero,
Máximo Diez Bartolomé
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