Por los valles del Cerrato
tierra de arcanas hazañas,
Sucedieron los eventos
que el relato nos reclama:
Veíanse viajeros
a grupa de mulas pardas
Nuevas traían de fuera
que atentos escuchaban,
Los lugareños mohínos
que a sus bienes afectaba.
Oían lo que oía
a cual más preocupaba,
De sarracenos infieles
galopaban las mesnadas
Asolando todos pagos
y el botín se lo llevaban;
Mataban a los cristianos
con cimitarras de nácar,
Ondeaban los pendones
con la media luna altas;
El infiel endemoniado
a sangre y fuego pasaba
Los territorios ducales
como en la manteca rancia.
Mensajeros fueron vistos
a la luz de la mañana,
En sus misivas portaban
socorro y la ayuda ansiada;
Los guerreros bereberes
a todos ellos cazaban,
Cortándoles la cabeza
que en las picas enseñaban.
Celebraron el consejo
y lanzaron la llamada,
Las levas se sucedían
cayendo en las batallas.
Ríos de rojiza sangre
el suelo ya empapaba,
Tras las últimas salidas
el cerco se estrechaba;
Acabábase el agua
la vianda escaseaba,
El desespero sumía
en una cruenta tenaza.
Fue en el día de autos
en fecha tan señalada,
Cuándo cantaron los gallos
a la salida del alba;
Testimonios afirmaron
que ya del cielo bajaba,
Envuelto en manto de estrellas
Santiago patrón de España.
Blandiendo luciente espada
montando blanco caballo
Por la escalera de un rayo
sobre el moro gravitaba;
Barba de plata brillante
yelmo de bruñida plata,
Espada de plata luna
de plata la cota y malla;
Jubón de ricos bordados
de terciopelo la capa,
Encajes de blanca seda
le cubrían las espaldas.
Las llamadas ancestrales
tocaban en su soflama,
Resucitando acervos
de místicas llamaradas.
Inflamados de esperanza
los infantes atacaban,
Bajo sus pechos valientes
la vieja fe restallaba.
Ya retroceden los moros,
los corceles piafaban,
Cómo la sierpe maldita
huyendo en lotananza.
Vencida quedó la muerte
de una fe impía y extraña,
Unidos los corazones
por la cruz y por la espada.
Resonaban los timbales
los señores desfilaban
Oíanse los clarines
en la basílica blanca
Ya celebra el papado
gloria a la guerra santa,
Cirios y velones arden,
En el Tedeum de Gracias