Saliendo del pueblo, a unos 2 km por la carretera
que conduce a Antigüedad, se encuentran los restos del monasterio
de San Pelayo. En la actualidad está abandonado y en ruinas. No
ha habido restauraciones y tan sólo se conservan partes de la iglesia
y algunos lienzos del claustro.
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En 934 Oveco Díaz y su esposa Gutina dan al
abad Pedro y a sus monjes la heredad de Valdeavellano, en 1145, bajo la
protección de Alfonso VII, pasa a los Canónigos Regulares
y en 1156 o 1159 a los Premostratenses. Fue filial de Nuestra Señora
de la Vid (Burgos)
El santo bajo cuya advocación se funda el
monasterio, y el sello de algunas escrituras con su martirio pintado lo
confirman, es sin duda un joven cristiano martirizado en tierra de moros.
La escritura más antigua que poseemos es
una carta testamentaria que perteneció al archivo del monasterio.
En ella se nos dice que en la era 972, es decir, en el año 934,
reinando el príncipe Ramiro II (931-951) y siendo conde de Castilla
Fredenandus, Fernán Gónzález, Oveco Díaz y
su esposa Gutina junto con sus hijos dan al abad del monasterio de San
Pelayo, Pedro, en remisión de sus pecados, unas tierras que se extienden
hasta Cevico.
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Si la muerte de San Pelayo ocurrió alrededor del año 920, y ya se habla del monasterio de San Pelayo de Cerrato (934) en el reinado de Ramiro II, poca diferencia de años debió de haber entre su martirio y esta fundación. Ahora bien, en estas fechas la orden premonstratense no se había fundado y por tanto este monasterio no podía estar ocupado por monjes pertenecientes a ella. Todo parece indicar que pertenecía a la orden de San Benito. Veinticinco años más tarde de que se fundara la orden premonstratense (1145) y el mismo año en que se funda el monasterio de La Vid, el de San Pelayo de Cerrato comenzó a pertenecer a esa orden.
En 1568 el Capítulo provincial de dicha Orden mandó fundar en él un colegio de Humanidades. Y en siglo XVIII existía un estudio de filosofía.
Con la Desamortización el edificio quedó
abandonado, y hoy es un montón de ruinas.
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