Somos Quintos del 70, gente del pueblo y forasteros, que hemos aprendido a querer la tierra de nuestros abuelos. El año pasado no hubo fiesta, no hubo pregón, pero cumplimos 50 años y por eso, persistentes, hoy estamos aquí compartiendo escenario con los quintos del 71.

Somos los que vimos la primera emisión de Verano Azul, los que nos dejábamos las rodillas jugando al fútbol en el prado, a baloncesto en el pradillo, saltando a gomas…  los adolescentes que pasábamos horas en las bodegas o en los bancos de la plaza contando historias.

Somos los que nos bañábamos en el río, atábamos el canto y hacíamos chocolate en cualquier lata, a cualquier hora. Para los que tener una bicicleta era un tesoro y formar una cuadrilla indispensable.

Somos los que buscábamos novia o novio para robar el primer beso, caminábamos de noche hasta Antoria para ver las estrellas o cazar Gamusinos…

Somos los que escuchábamos a un desconocido Sabina en cassettes piratas, bailábamos La Puerta de Alcalá –Miralá, Miralá Miralá- en la máquina de discos del bar y nos encerrábamos en la peña hasta ver salir el sol.

Somos los que éramos felices con poco,  con los polos de la Cuni i la Feli…. Los que a media noche cogíamos prestado algún girasol, almendrucos o pepino del cañamar para matar el hambre.

Somos los que no teníamos watsapp, ni netflix, ni facebook pero teníamos amigos y amigas, ganas de conocer gente y comerse el mundo, antes que la vida de adulto nos devorase…

Somos los que pensamos que Castrillo también es nuestro pueblo, algunos de verano, otros todo el año… porque en invierno el pueblo sigue vivo, no se oyen voces por las calles, pero las estufas arden y el pueblo sigue su ritmo adormecido.

Nos gusta esta tierra, ardiente en verano y helada en invierno, verde en primavera y dorada después de la siega…. Una tierra áspera y dura, que con el paso de los años y el sudor de los labradores sigue viva.

Castrillo es tierra de contrastes, desde los páramos infinitos a los viñedos en las laderas, el verdor de los márgenes del Esgueva y las suaves colinas blanquecinas.

Una tierra de buen vino, el vino que nos hace “parlar” y que nos une. “Cuantas cosas sabrán las bodegas”, cuantos secretos guardan esas paredes… y cuantos tragos han convertido en amigos a muchos desconocidos. El vaso de vino rulando, con permiso de la pandemia, no puede parar… es símbolo de bienvenida a propios y extraños.

Un pueblo centenario, de adobe y piedra que, como todo en la vida, ha tenido que adaptarse a los tiempos que corren… ya la plaza no es de tierra, tenemos plaza adoquinada, solo falta,  con la venia del señor alcalde,  que de los caños de la Segadora mane vino tinto.

Castrillo existe, y es misión de todos mantener vivos los pueblos… que los mayores tengan todos los servicios que necesiten y que la gente joven vuelva a llenar de vida las casas. Un pueblo no son solo calles, casas y paneras… un pueblo es su gente.

San Antonio bendito, milagrero,  seguro que ayuda a que Castrillo siga activo, pero es misión de todos, de cada uno de nosotros, mantener vivo a este pueblo, por nosotros, por nuestros abuelos y por todos los que vendrán. Para que las siguientes generaciones puedan seguir orgullosos de ser castrilleros y castrilleras, de bailar la jota y gritar Viva San Antonio, de tener el mejor vino del Valle Esgueva y de ser un pueblo que sabe reír, y sabe llorar a los suyos…

Somos los del 70, hijos de los que tuvieron que emigrar para buscar su futuro y de los que se quedaron aquí para no dejar morir las tierras, nadie se marcha de su tierra por gusto, y nadie olvida sus raíces… por eso, nos hayamos criado entre estas calles o seamos forasteros nos sentimos parte de la historia de este pueblo.

Preparad todos los besos y abrazos que esta maldita pandemia no nos ha dejado dar, pronto acabará esta pesadilla y nos volveremos a juntar.

Aquí no sobra nadie si se sabe querer a esta tierra y  a su gente.

Vivan los quintos del 70, del 71… viva Castrillo, viva san Antonio y todo su acompañamiento !!!!!