por Yolanda Martínez Hernando (9 de agosto de 2013) |
Buenas tardes castrilleros.
Saludos al Sr. Alcalde y Corporación Municipal, y un saludo muy especial a los que se encuentran en la plaza con ganas de comenzar la fiesta.
Ya ha pasado un año, volando por cierto, desde que veíamos en este mismo balcón a los quintos del 62, y ahora nos toca a nosotros dar el pregón de las fiestas del verano.
Cuando comenzó la tradición de celebrar los 50 años, pensábamos que faltaba mucho hasta que nos tocara, pero ya estamos aquí.
Al llegar a esta edad, a veces nos da por reflexionar, por hacer un alto en el camino y echar la vista atrás. La verdad es que han pasado muy deprisa y parece mentira que tengamos 50 años, ¡¡50!!.
Cuando eras más joven y veías a los de esta edad pensabas ¡¡qué mayores!! ¡¡ya son viejos!!, pero cuando los cumples, te das cuenta de que en el fondo sigues siendo aquel niño que corría por Castrillo con las zapatillas del Tao y que esperamos que nunca nos abandone, porque entonces SÍ seríamos viejos.
Como he dicho antes, es una etapa de mirar hacia atrás, de recuerdos, como han hecho los quintos de años anteriores.
Pensamos que hemos sido una quinta un poco revolucionaria, rompedora en algún sentido. Y os digo por qué: los quintos del 63 hicimos una huelga con 8 o 10 años. Sí, habéis oído bien, una huelga infantil. Claro que sólo nos duró una mañana, no porque desistiéramos, sino porque nuestros padres nos obligaron a volver a la escuela. Os preguntareis el motivo: pues porque considerábamos que no era justo que nos hicieran pagar los cristales de las escuelas, rotos durante el verano, a los que estábamos en la escuela, máxime cuando no habíamos sido nosotros quienes les habíamos roto, sino “los veraneantes” (aunque seguro que alguno no andaba lejos).
Otro de los acontecimientos a los que creemos que contribuimos en su apertura fue en Navidad, más concretamente en la Nochevieja. Hasta entonces, las quintas no subían a cenar a la bodega con los quintos, era un “feudo” masculino. Ahora os hará sonreír e incluso reír a los más jóvenes, pero así estaban las cosas.
Al preparar esta fiesta, nos ha sorprendido la ilusión que nos hacía a la mayoría de los quintos volver a juntarnos. Incluso con los que habíamos perdido el contacto, enseguida se han animado. Esto nos hace pensar y reflexionar (una vez más) que Castrillo se nos mete en el alma. La infancia y juventud aquí vividas no nos abandonan, perduran en el tiempo mientras vivamos. Esos juegos: el escondite, la goma, las canicas, a quemar los puntos… y también esos veranos de trillar en las eras, de meterte en los cestos de vendimiar cuando apenas levantábamos un palmo del suelo y no se nos veía, hacer “lagarejos” a las chicas…
Esos comentarios oídos en casa de si tiene que llover o mejor que ya empiece a calentar, de ver mirar a nuestros padres siempre al cielo, porque como dijo Miguel Delibes en una ocasión “si el cielo de Castilla es alto es porque lo han levantado los labradores de tanto mirarlo”, aludiendo al temor y a la esperanza a la vez, de que el cielo les concediera una buena cosecha.
El pueblo te va atrapando para siempre, y es una suerte tener un pueblo, algo envidiable para los que no lo tienen, porque tener un pueblo es como tener una familia, un lugar al que siempre volver, es decir, un pasado común de alegrías y tristezas, de olores familiares, de caras amigas, un lugar al que ya siempre estarás unido.
Como veis somos una quinta muy numerosa, la de la camiseta rosa, que rima bien, ¡¡buena cosecha la del 63!!, ¡¡de vino también!!. Solamente uno o dos no han podido venir, se les extrañará. Pero por otro lado, se han incorporado otros, que sin ser de Castrillo, han querido unirse a la celebración.
Por último desearos unas felices fiestas. Bailad, cantad y reír, dejaos llevar por la música, romped con la monotonía, acabad con las rencillas y problemas del último año y así contribuiremos a tener un pueblo más habitable y feliz.
FELICES FIESTAS Y
¡¡¡VIVA CASTRILLO!!!
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