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Después de ver pasar año a año por este trance a las distintas “quintadas” y aunque parece que a ti aún te queda mucho para eso, el tiempo pone a cada uno en su sitio y llega un día como hoy en el que te das cuenta de que tú también has llegado a los 50. Pues bien, los nacidos en el 61 ya estamos en el balcón del Ayuntamiento. Una quintada que fue numerosa, sobre todo en chicas, y que se extendía geográficamente por todo Castrillo, desde el “quitadero” hasta el Molino y desde la Calle Alta hasta el Infierno. Una generación que tiene un recuerdo entrañable de sus años de escuela, tanto en la plaza como en el pradillo, y de sus maestros. ¡Cuántas veces hemos rememorado situaciones y anécdotas vividas en aquella época con Doña Sira, Doña Raquel, Don Servilio, Don Blas y Doña Charito! ¡Cómo no recordar esos capones, que no por más esperados eran menos dolorosos! Los tirones de orejas que, o bien recibíamos, o bien debíamos ejecutar por orden de Don Blas, se convirtieron en todo un clásico de la escuela. Pero a la vez que palos, también recibíamos zanahorias. Esas salidas en el horario de clase a la toba en busca de las perseguidas cortezas de pino para, con una gran ilusión, intentar realizar manualidades, las cuales, por supuesto, nunca fueron expuestas en ningún museo. No solían tener un final reseñable. Y cómo no nombrar las excursiones al monte por San Fernando, cuando pasar una jornada sin ir a la escuela era suficiente motivo para sentirnos afortunados. Siendo justos, en general, el recuerdo de aquellos años es, como no podía ser de otra manera, todo un sinfín de vivencias entrañables, las cuales han marcado definitivamente nuestro desarrollo posterior, independientemente del cauce que cada uno hayamos seguido. Acabado 5º de EGB con Doña Charito, los miembros de esta quintada tomamos caminos distintos. Unos salieron fuera a estudiar, otros continuaron en las escuelas hasta acabar la E.G.B. Posteriormente, esta generación tuvimos el honor de ser los
primeros en cursar el ya desaparecido BUP, plan de estudios que a
los jóvenes de hoy en día les puede sonar a antiguo, pero
que fue el bachillerato de los estudiantes españoles durante muchos
años.
Después, cada uno de nosotros inició su proyecto de vida o aquí en Castrillo, o en otros pueblos o ciudades. Sin embargo, hoy volvemos a encontrarnos. Y no sólo los quintos, sino también todas esas personas que, sin haber nacido en Castrillo y habiendo nacido en el mismo año, hoy forman parte de nuestro pueblo como si llevaran toda la vida entre nosotros. Cumplir los cincuenta, o estar a punto de cumplirlos, debe suponer
hacer un alto en el camino recorrido. Quizás ahora sea el momento
de poner en valor y recordar situaciones que ocurrieron en el pueblo y,
que de una forma u otra, tenemos en la memoria colectiva.
Cómo no recordar los contingentes de padres que marchaban diariamente a la vía para conseguir salarios que permitían sacar a la familia adelante. La marcha de un cura, y la llegada de otro, que el tiempo nos mostró que vino para quedarse. La transformación de la agricultura con la mecanización masiva a través de los nuevos tractores y alguna cosechadora, lo que supuso que muchas familias dieran el doloroso y a la vez esperanzador paso de emigrar al País Vasco, Cataluña o Madrid, ante la falta de expectativas en su pueblo. Comenzaba la diáspora en Castrillo. La marcha de muchos niños a colegios, la mayoría religiosos, muchos de los cuales volvían otra vez a su pueblo, pasados unos años, a la espera de alguna oportunidad laboral en otros lugares y, mientras que ésta llegaba, ayudaban a sus padres en las labores cotidianas del campo. Los primeros contratos en Michelín o en la Fasa, los cuales suponían un bálsamo para unos pocos mientras que para otros eran una esperanza de futuro, al poderse integrar posteriormente en estas factorías u otras. Y aún seguíamos sin parcelaria, como siempre se ha llamado en Castrillo a la concentración de tierras que permitía su mejor aprovechamiento. El cultivo de la remolacha, que supuso generar jornales durante el
otoño para aquellos a los que su patrimonio no les permitía
vivir de él. Viajes diarios a distintos pueblos del Valle del Esgueva
de numerosos jóvenes que encontraban en esto la forma de ganarse
la vida.
La llegada de las primeras televisiones al pueblo hizo que, después
de la escuela, realizáramos una verdadera excursión para
conseguir una buena vista a través de la ventana de la casa elegida
y, así, poder ver Tarzán entre otras series. Siempre había
alguna madre con televisión que, a la vista del frío que
pasábamos en la calle, se apiadaba de nosotros y nos permitía
entrar en su casa y, sentados encima de la gloria, creíamos estar
en ella. En esa gloria de la que tanto nos hablaba el cura o el maestro.
El acabose era si encima nos daba de merendar pan con algo.
En definitiva, y aunque falten bastantes, estos son algunos de los recuerdos que tenemos de los aconteceres habituales que vivimos en los primeros años de nuestras vidas. Después, las circunstancias familiares y personales de cada uno de nosotros determinaba otras situaciones, pero creo que casi todas las descritas eran compartidas por la mayoría. Ah! se me olvidaba, años después se consiguió. La concentración parcelaria era un hecho en Castrillo de Don Juan. Por último, nos gustaría tener un recuerdo especial para nuestros quintos. Para los que hoy están y para los que no están. Un recuerdo especialmente para aquellos que fallecieron en el camino y que, llegado un día como hoy, llevarían también su polo azul y estarían compartiendo nuestro día de fiesta, celebrando sus 50 años. Victorino, Maximito y Emilio, va por vosotros. Pero ahora es momento de fiesta, por lo que los nacidos en el 61 solamente podemos desearos una cosa: ¡Disfrutad de estas fiestas, vuestras fiestas! |
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