Pregón de las fiestas de San Antonio de 1976
Nicolás Dorado de las Heras
Reina y damas de amor y de belleza, 
autoridades de Castrillo, amigos, 
paisanos de este pueblo, que es el mío.

Hoy me tenéis aquí de pregonero
en un jueves de Corpus;
pregonero de fiestas patronales, 
en una primavera de abundancia
que es una bendición de San Antonio.

Se agolpan los recuerdos y es difícil,
hilvanar un pregón sobre algo íntimo.
Si el Santo Taumaturgo me prestara
una porción de su oratoria fértil,
yo cantaría aquí una infancia agreste
de alpargatas de cáñamo y tirantes
colgando por las calles polvorientas;
infancia de escasez y zarzamora, 
infancia echada a pájaros y nidos,
a juegos infantiles del otoño
-Cuadro tangos, tarús estroza ropas-
y a devociones en las primaveras,
hay en mis oídos sones de otros tiempos
de cuerno pastoril, de muletada, 
de campanillas en macho delantero, 
canciones de vendimia y de rastrojo, 
y aleluyas de dies ires,
llego la juventud. Amaneceres
tras ensueños de amor y de aventura;
bulle la sangre en la apretada vena,
y está el músculo tenso a disternirse,
noches de ronda, plateadas noches
con pipa y vocoyes en los pechos
y amanecidas en el aguardiente.

Ya desde el prisma de la media vida
sigo viendo al Castrillo incomovible,
al Castrillo del páramo infinito, 
sudado piedra a piedra hasta la raya
en que el enebro pone ese stop.
El Castrillo del río y de la vega
ese Castrillo de la tierra fuerte
que atollaba reatas y brabanes
y que hoy hace bufar a los tractores
y donde ahora el aspersor bicéfalo 
le impone su dominio al arco iris.
Castrillo de los robles y del chopo,
del olmo y del nogal, de los frutales.
Castrillo de las fuentes… La de Hontoria
alivio de sudores de las eras;
la de los Moros, de poder cautivo
que, al igual que en los cuentos, un buen día
prendó al “tío cazador”, el que tiraba
 a los gorriones en la Huerta el Conde;
fuente de la Matilla, poderoso,
sano manantial que fluye y corre
por los veneros de nuestras Paredes
y alegremente llega a nuestras casas
pidiendo humilde un aprovechamiento 
más racional y menos egoísta,
pues agua hay abundante y para todos.
Y fuentes del Cabrero y Vallejondo
esas fuentes lejanas y escondidas
donde refresca la visada chorla
antes de revolcarse en los cerrales.
Sigo viendo el Castrillo de la Almena
con su palacio cual guerrero viejo,
alerta el ojo vigilando el río.

Más veo otro Castrillo diferente
el de las ilusiones y el progreso,
el que lucha feroz por conseguirse,
el noble impulso de alma solitaria, 
ese nivel de vida que merece.

Aquí todo es tremendo. Bien lo sabe 
cualquiera de vosotros.
Si aprieta el sol, aprieta sin piedades,
si aprieta el frío, arrece hasta los huesos, 
y si el azote del pedrisco llega, 
en fragor de relámpagos y truenos, 
no vale recordar a Santa Bárbara.
Estos extremos forjan almas nobles
en sufrimientos y en acometidas 
para salvar obstáculos y dudas.

Y estáis ahora cerca de la meta 
de acabar esa obra impresionante,
no por inmensa menos necesaria, 
para pavimentar de un solo golpe 
todas las calles de este pueblo recio.
Una declaración de guerra al barro, 
al chanclo y al alcorco, 
en la que se barrunta la victoria
con la bandera de la unión en alto.
Yo os aseguro que si no ha faltado
el ánimo a la hora del comienzo
tampoco ha de faltar la justa gloria
de concluir. Y si a los pueblos solo
los mueven los poetas, como dijo
aquel gran soñador de corto sueño, 
hay esperanza en mi poema pobre 
de que pueda mover hacia otras metas
a ese Castrillo de Don juan, mi pueblo.

Puerta de par en par, campana al vuelo, 
al viento el bronce con melena o maza
se agitan los vencejos en la plaza
y una paloma se dispara al cielo.
Bulle la Iglesia: agitación, revuelo
se bambolea el Santo en su carroza.
Un mirar soñador hay en la moza
y un mirar soñador en el mozuelo.
Está en la calle el Santo, más hermoso
que el sol en plenitud de resplandores
y estalla bronco un viva poderoso
que da entrada a trompetas y tambores,
un viva San Antonio milagroso.
Empiezan a danzar los danzadores
y ya estamos metidos en faena.
Llegó nuestra función.

Y me parece que es idea buena.
El haber elegido a San Antonio, 
como santo patrón.
Porque es que el Paduano
es algo más de nuestro patrimonio.
Hay santa devoción, fervor cristiano
en Castrillo a este santo franciscano 
que por hablar hablaba hasta los peces 
cuando no disponía de auditorio. 
Por el mandato de su santa mano 
hicieronse milagros muchas veces, 
siendo en verdad notorio 
que no hubiera prodigio ni portento 
que al buen Antonio se le resistiera.
Paró la tempestad, dominó al viento 
puso paz a la fiera... 
También obedecianle las aves 
que picaban el fruto de los huertos. 
Sanó a su voluntad enfermos graves, 
resucitó a los muertos. 
Salvó a los doce niños que nadaban 
en las furiosas aguas del torrente, 
Sabio y humilde, bueno y muy prudente, 
todos le respetaban; 
orador elocuente, 
fundador de hermandades, cofradías, 
solícito enfermero, 
maestro en el saber de teologías 
y humilde cocinero. 
Todo esto fue Antonio el paduano, 
patrono de este pueblo castellano 
que devoto le reza. 
Buen velador tenemos en el Cielo. 
Nunca en el Taumaturgo hubo pereza 
para ofrecer favor y dar consuelo. 
Sinceramente guardo 
gran devoción al Santo milagroso. 
más en tono cordial respetuoso, 
pido licencia aquí a Don Leonardo
para dejar a Antonio en los altares 
y cantar los festejos populares. 

Desbordada alegría delirante, 
todos a una aquí no hay forastero; 
buen humor; cortesía, usted primero; 
de ninguna manera, usted delante 
A bailar y a beber mientras aguante 
el cuerpo juvenil y sandungucro. 
Antes que yo se acostara el lucero 
que guiñaba a la moza el muy tunante. 
Acostarse decías, ¿Quién se acuesta? 
no existe la pereza ni hay desgana 
y la alegría es única respuesta. 
Hay que zurrarle bien a la badana. 
Todo seguido porque no hay mañana 
ni hay hoy ni ayer cuando es todo una fiesta. 
Y estallaron los grupos juveniles. 
Bailes al tutiplén, campeonato 
de mus, fútbol, desfiles 
de adornadas carrozas, tiro al plato 
y la traca final de la vaquilla, 
Y ya está el mozo ibero con el toro, 
una forma sencilla 
de darle un capotazo al meteoro 
de la muerte en Iberia y en Castilla. 
Ella viene enfadada de la dehesa. 
Andaba allí pastando los luceros 
y a galope veloz la hicieron presa 
caballos y lanceros. 
Y mugió el capitán de la manada 
cuando escuchó al patrón de los chiqueros. 
Trae olores de encina y de romeros 
y un coraje de novia enamorada 
de un semental de belfo tembloroso. 
La fiesta va a empezar, suena el cohete, 
la testuz almenada asoma al coso, 
corre, empuja, atropella, pinta el siete 
en pantalón en carne y en camisa. 
Hay sustos en la arena 
y en los tendidos risa. 
A encerrar la vaquilla, hasta mañana
a merendar lechal y a la verbena 
y sigue la jarana. 
Hay que darle remate 
a la noche que muere en el combate 
con ese sol triunfante sobre el cerro. 
Canta el gallo crestudo, ladra un perro: 
es la hora de hacer el chocolate. 
Y allá se desparrama el mocerío 
mientras el nuevo día despereza; 
reluce un sol de estío, 
un sol que va pintando la cereza. 

Alegre juventud del pueblo mío 
que estás ya preparada y bien dispuesta 
para pasar un año más la fiesta: 
me dieron este honor de pregonero 
ocasión que aprovecho para hablarte
con acento sincero: 
no hay que perder el arte 
de hacer grata la estancia al forastero. 
Agrandad vuestra plaza vuestras calles 
para darle cabida, 
la alegre diversión no está reñida 
con los buenos detalles 
que nacen de una educación debida. 

Y ahora os toca a vosotras, linda corte 
de capullos en lenta primavera. 
Ramillete en flor, alta bandera 
aliento de estas fiestas y soporte.

Todo poeta tiene como norte 
del loco frenesí de su carrera 
esa musa ideal y volandera 
que acuda a su llamada y le conforte. 
vosotros le inspiráis, lindas doncellas, 
y sé que envidia han de tener las rosas 
en las fiestas y envidia las estrellas. 

Engarce de guirnaldas primorosas, 
ciruela, endrina, guinda, mariposa 
viva Castrillo y sus mujeres bellas. 

Y estoy ya ante la Reina soberana, 
rendido enteramente a su realeza, 
esclavo del candor y la belleza, 
niña mujer, morena porcelana. 
Un sol primaveral, fruta temprana, 
sabor de trigal y de cereza,’ 
un sellado jardín en su pureza, 
un paraíso en flor, una fontana. 
El negro de tu pelo se desgrana 
en potente caudal, casto y sencillo, 
Tienen tus ojos negros ese brillo 
del lucero temblor de la mañana. 
Pienso sinceramente que Castrillo 
acertó al elegirte soberana. 
Reina de un año, reina de alegría, 
diadema popular para la historia
de Castrillo, tu pueblo que confía
en que sabrás reinar, María Victoria.
Fiestas de San Antonio, día a día
no se agote el caudal fresco en la noria
que almacena tu enorme simpatía
y a tu pueblo darás días de gloria.
Se prudente, sencilla, se modelo
para una alegre juventud en fiestas
yo sé María Victoria que si prestas
el brillo de tus ojos y tu pelo
a Castrillo y las prendas en ti puestas
por el santo de Padua a puro celo
tu serás una reina milagrosa.
Capaz de convertir la tierra en cielo
y tu capullo en rosa.

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© Los autores: Mari Paz Hortelano Gómez e Iñaki Carrascal Mozo ©
Castrillo de Don Juan. Palencia. (España)
En la red desde el 15/03/1998. Esta sección fue creada el 22/08/2016 - Última modificación: 12/05/2017