NUESTROS SANTOS

    Dado que San Isidro es el patrono de los labradores y que también celebramos con entusiasmo su festividad, exponemos su vida después. Por último hablamos de San Joaquín y Santa Ana, San Roque, Santa Teresa de Ávila, Santa Clara de Asís, San Esteban, Santa Casilda, San Juan Bautista, San Antonio Abad, San Sebastián y San José, santos que aparecen también en nuestra Iglesia.

SAN ISIDRO LABRADOR

    Nació en Madrid en 1082 y se casó con María Toribia, más tarde Santa María de la Cabeza.

    Labrador de nacimiento, su dueño le puso a prueba, cansado de habladurías de la gente que le achacaban visitar todos los días la Iglesia antes de la labor (incluso abandonaba el trabajo para orar; cualquier situación era oportuna). Su dueño pudo observar que mientras él rezaba, milagrosamente dos jóvenes guiaban los bueyes delante del arado por el barbecho. Desde entonces el hacendado señor puso toda su labor y su tierra bajo su custodia, pues tenía un criado como jamás lo había tenido.

    Famoso hizo el refrán: "Por oír misa y dar cebada nunca se perdió jornada". El patrono de todos los hombres del campo nos dejó en 1170, y cinco años más tarde murió su mujer, a quién se invoca lo mismo cuando el hijo pequeño se le cae en un pozo, que cuando la sequía amenaza los campos.

    En 1622 fue canonizado por Gregorio XV. Se representa vestido de labrador, con un zurrón; en segundo término, una yunta llevaba por un ángel.

SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA

     Llevaban veinte años de matrimonio sin hijos. Joaquín se encaminó al desierto y confió sus penas  al Señor. Un ángel se personó por separado a cada uno de los esposos prometiéndoles el regalo de  Dios. La gracia divina fue derramada con gran profusión, compartieron el lecho y a los nueve meses vino a la luz, María, la Madre de Dios.

    San Joaquín era sumamente limosnero, y según una piadosa tradición, dividía sus bienes en tres  partes; la primera para el templo y sus ministros, y la otra para los pobres, viudas y huérfanos, reservando sólo la tercera parte para sí y para los suyos.

SAN ROQUE

    Patrono de los apestados, se le representa en hábito de peregrino, con un perrillo y señalándose la rodilla donde aparece un estigma de la enfermedad. Debido a las epidemias de peste del siglo XVII su culto se popularizó por toda España, siendo multitud de lugares los que celebran su fiesta, el 16 de agosto, lo mismo que abundan las ermitas a él dedicadas.

    Nace en Montpellier en 1295. Como los curanderos o dioses, Roque tenía una cruz roja sobre el pecho y otra idéntica en el hombro. Como tantos otros santos, Roque llega a la edad adulta poseedor de cierta fortuna que reparte entre los necesitados cuando siente la llamada del Altísimo.

    Cuando fue a Roma, en los primeros años del siglo XIV, se dedica a curar a los abundantes enfermos de la peste. Es entonces cuando él mismo se contagia. El perro que lo acompaña existió realmente, colaborando en su curación cuando el Santo, enfermo, se retiró a un bosque. Vuelve a Francia donde es tomado como un espía y encarcelado hasta su muerte, tres años después.

SANTA TERESA DE ÁVILA

    Más conocida como Santa Teresa de Jesús. Onomástica: 15 de octubre. Hija de Alonso Cepeda y Beatriz de Ahumada, nació el 28 de marzo de 1515 en Ávila, el mismo año que apareció la reforma de Lutero en Alemania.

    Muerta su madre, despiertan sus deseos de ser monja, y recibe el hábito carmelitano en el monasterio de la Encarnación de su ciudad. En 1543 muere su padre y peregrina a Guadalupe para rogar por siete de sus once hermanos que se encuentran en América. La Santa ya tiene formado un grupo de monjas seguidoras de sus ideas de reforma del Carmelo, que en los siguientes años iría consolidando con la fundación de varios conventos.

    Junto al profundo San Juan de la Cruz, quedó para la historia como la mística doctora por los consejos para la buena oración. Finalmente, el 4 de octubre de 1582, a las nueve de la noche, entró en el cielo en su convento de la villa de Alba de Tormes, Salamanca. Su cuerpo ha sido exhumado en numerosas ocasiones, comprobando su incorruptibilidad; una mano sería separada del cuerpo y es venerada en su último monasterio.

SANTA CLARA DE ASÍS

    Nació en 1193/1194 en Asís. Siendo doncella renuncia a las vanidades terrenales y toma el hábito de mano de San Francisco de Asís y sería dejada a la custodia de las benedictinas en contra de su familia, que quería que se quedara en casa con sus riquezas. La indignación de la familia acrecentó cuando su hermana Inés optó también por el ingreso en el mismo monasterio. Pronto en el convento de San Damián surge la primera casa de una fundación, la de Damas Pobres o Clarisas.

    Como superiora de las Clarisas, las severas reglas siempre fueron excedidas por ella. Portaba dos cilicios, cuando uno le ocasionaba heridas sangrantes, se colocaba el otro cilicio, hasta que la piel vulnerada se restablecía un poco. San Francisco llegó a prohibirle ayunar y dormir sobre el suelo, ante su delicada salud. Su vocación fue recompensada con un milagro, un día que los sarracenos estaban saqueando Asís, la Santa los ahuyentó con sólo mostrarles la hostia.

    Fallece el 11 de agosto de 1253. Setecientos años más tarde Pío XII la nombró patrona de la televisión por las visiones que había tenido en su vida.

SAN ESTEBAN

    Esteban es de procedencia griega. Su nombre significa corona y queda para siempre como radiante corona al haber sido el protomártir cristiano, el primero que dio su sangre por Cristo.

    Estaba todavía la Iglesia en su cuna cuando Esteban  recibió de los apóstoles la misión de organizar las comidas destinadas a los pobres. Obraba tan maravillosos milagros que los judíos de cinco sinagogas le citaron ante el Sanedrín. Dijo "Veo al hijo del hombre de pie a la derecha de Dios". Al oír aquello los judíos se precipitaron todos a una sobre Esteban y le apedrearon, mientras él de rodillas, entregando su alma y perdonando a sus verdugos fallecía, en el año 34.

    Una revelación divina dio con el sepulcro del mártir en el año 417 y lo trasladaron a Constantinopla un siglo después. Tras diversos acontecimientos milagrosos, debían cambiarse sus reliquias por las de San Lorenzo, pero al mover el ataúd de éste, resultó demasiado pesado, su cuerpo se hizo a un lado y cedió sitio al recién llegado, de este modo permanecen juntos en Roma.

SANTA CASILDA

    Casilda era hija de un rey toledano cuando Toledo estaba todavía en la España musulmana. Convertida al cristianismo solía socorrer a los prisioneros cristianos de su padre, llevándoles alimentos, afán en el que un día fue sorprendida por su padre que le interrogó por el contenido de su enfaldo (sitio o seno que forman las prendas para llevar algunas cosas). Milagrosamente las viandas que portaba se convirtieron en flores.

    Años después, víctima la princesa Casilda de un mal ignoto (fluxo de sangre), el rey le permitió que viajara a tierra infiel, pues se decía que en una laguna de Burgos, junto a Briviesca, sucedían prodigios curatorios. Casilda se hizo bautizar, tras lo cual curó de sus males en la poza de San Vicente y quedándose ya a vivir en aquella tierra, buscando refugio en una oquedad donde pasó una vida de oración y mortificaciones. Pronto se vio la comarca afectada de su santidad, produciéndose prodigios (uno de los cuales fue que cesaran las heladas)

    Fallece y es enterrada en la misma cueva donde pasó su vida. Siglos después se edificó un santuario junto a su tumba, que es todavía objeto de peregrinaciones y romerías. A la poza de San Vicente los fieles suelen arrojar monedas.

SAN JUAN BAUTISTA

    Juan es hijo de Zacarías; su mujer, Isabel, era prima de la Virgen. Su vida aparece también en el Corán. Juan es venerado por una gran comunidad de religiosos en Irak como el más grande de los profetas y fundador de la religión de los mandeos.

    Un día Zacarías tuvo una visión, se le apareció un ángel comunicándole que iba a tener descendencia, aunque su mujer siempre fue estéril. "Debes llamarlo Juan, y él será grande ante Dios". Zacarías le pidió una prueba, y al instante se quedó mudo. Al nacer el niño, el padre recobró el habla.

    El Bautista fue inspirado por el Espíritu Santo para retirarse al desierto, y allí llevó una vida austera y de penitencia, su comida era los pequeños animalillos que por allí encontraba. Antiguamente el día de San Juan se quemaban los restos de los animales muertos, porque el humo ahuyentaba a los dragones. Hoy día la tradición persiste con carácter jocoso.

SAN ANTONIO ABAD

    Nació en el año 251 en el Alto Egipto. También se le conoce por San Antonio del Desierto (paso muchos años en él) o el San Antonio el Grande (por su fortaleza ante las tentaciones) o San Antón. Fue el fundador del monacato cristiano, vivió en soledad en el Alto Egipto, instalado en una tumba de época faraónica en la que se entregó al ayuno y a otras mortificaciones.

    Fue repetidamente tentado por el demonio, quien, en sus apariciones, revestía las más diversas formas. Después de salir vencedor sobre todas las tentaciones, Antonio abandonó su encierro y reunió en torno a sí una comunidad de monjes.

    Combatió las tentaciones cuidando su rebaño de animales, de ahí que sea el patrono de los animales domésticos.

    Falleció el 17 de enero del año 356. Su cuerpo fue enterrado en lugar secreto.

SAN SEBASTIÁN

    Sebastián era centurión de la guardia pretoriana del emperador Diocleciano. Nació en la región francesa de Languedoc. Dice San Ambrosio que fortaleció y alentó a muchos cristianos antes de ser martirizados por sus compañeros. Obró verdaderas conversiones entre los altos mandatarios del emperador y milagros entre las gentes de a pie. La mayor fue a Zoé, mujer de Nicóstrato, que siendo muda, recobró la voz haciendo Sebastián la señal de la cruz sobre su boca.

SAN JOSÉ DE NAZARET

    Procedente del linaje de David, según la genealogía situada por Mateo al inicio de su Evangelio, José lleva en Nazaret la vida de un artesano. Es el esposo de María, el "padre putativo" de Jesús. José es venerado en Oriente desde el siglo IV; su culto en Occidente fue realmente introducido por Teresa de Jesús y los jesuitas.

    En 1870, Pío IX lo nombra patrón de la Iglesia universal, y fija su fiesta el 19 de marzo. En 1955, Pío XII instituye una segunda fiesta dedicada a José Obrero, fijada el 1 de mayo, día de la fiesta del Trabajo.